viernes, 26 de junio de 2015

Buscadores de Tesoros


Al anochecer veo por la playa a personas que van con detectores de metales. Buscan monedas, anillos, pulseras, collares, en fin cualquier objeto de valor, que pudiera haber perdido, alguna de las miles de personas que diariamente acuden a la playa.
En una mano llevan el detector, y en la otra una varilla larga, acabada en un cesto a modo de colador, que les sirve, una vez recibida la señal de que hay algo metálico, poder filtrar la arena y recoger su valioso hallazgo.
Supongo que algo encontraran, porque recorrer tres kilómetros andando por la arena supone un buen ejercicio.
Ver estos aparatos me traen muchos recuerdos. Hace más de 35 años, empecé a venderlos en mi tienda que tenía en Cartagena. Puse a la venta varios modelos, desde el mas simple, que es el de la foto, al mas sofisticado que disponía de discriminador. Es decir señalaba la diferencia entre si era hierro o metal precioso, el objeto detectado.

Una tarde entraron dos personas y me preguntaron por ellos. Me puse a explicarles la utilidad que tenían e incluso les hice una demostración.
Había construido una caja de madera, de unos 20 cm. de profundidad llena de arena. Cogí una moneda y les dije que la enterraran lo más profundo que quisieran. Pase el detector por encima y empezó a emitir un pitido en el lugar que se encontraba. Para la prueba estaba usando el mejor de los detectores, alcanzaba mucha profundidad y discriminaba metales. Para convencerlos  aún mas, les dije: El anillo de oro que lleva, escondalo donde quiera. Cuando pasé el detector sonó y encima la aguja indicaba que se trataba de oro, se quedaron asombrados e inmediatamente dijeron: Nos lo quedamos.
No habían preguntado el precio y aquel aparato era carisimo. En aquel tiempo valía 150.000 pesetas. El equivalente al sueldo normal de una persona durante año y medio.
Les digo el precio y sin pestañear, dicen que se lo llevan.
Muy bien, y como me lo van a pagar. Se sacan del bolsillo un motón de billetes de mil pesetas y me dicen: Le sirve esto. Pues si es así, vaya contando.
Mientras contaba, uno de ellos, empezó con el siguiente relato.
Mi abuelo trabajaba la tierra en una finca. Un día estando arando, tropezó con algo muy duro, pensando que era una piedra, se puso a escarbar para extraerla, pero cual no fue su sorpresa, cuando vio que se trataba de una "orza" y al romperla estaba llena de monedas de oro.
Pasó de ser empleado a propietario. Ahora en esas tierras, mi hermano va con el tractor, yo voy detrás, y raro es el día que no encuentro alguna moneda y cosas que parecen de plata.
Por supuesto no le vamos a decir de donde somos. Seremos de campo, pero no tontos.
Esa fue mi primera venta de estos aparatos. Luego vinieron más y más, con historias curiosas y muy interesantes. Ya os las iré contando. Personalmente viví con el detector la noche que más miedo he pasado en mi vida.

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